Cuando cambiamos de año, a menudo casi de forma inconsciente, hacemos un balance de qué nos quedamos y qué dejamos marchar, nos proponemos una serie de propósitos, de objetivos, de retos, de metas, para ser una mejor versión de uno/a mismo/a, valoramos equilibrar las áreas de nuestra vida, quizás dedicarnos más a nuestra familia, amigos, a nuestros hobbies, … y, porque no, incluir y/o aprender cosas nuevas, sea una nueva formación o un nuevo hobby.
Este primer ejercicio de balance y de autoconocimiento es esencial como punto de partida, nos permite tener una foto y asumir que siempre podemos avanzar, mejorar, ser diferentes mostrando nuevas fortalezas aunque no es suficiente para alcanzar nuestros objetivos, ¿qué otros ingredientes pueden hacer falta para que la receta sea un éxito?
Si buscamos la definición de propósito, un propósito se define como “la determinación firme de hacer algo” y/o como “un objetivo que se pretende alcanzar”. Por lo tanto, un propósito debe contar con unas ganas de hacer, una constancia, una energía positiva orientada a logro, identificar qué exactamente queremos hacer y avanzar para conseguir la meta que nos proponemos. Por lo tanto, si queremos realmente convertir nuestros propósitos en realidad, os propongo que incluyáis en vuestra receta mínimo los siguientes ingredientes principales:
- Pon foco. Nuestro listado de propósitos no puede ser una lista interminable como la de los Reyes Magos cuando somos niños. Hay que identificar lo realmente importante y priorizar en aquello que sea asumible, más relevante y nos lleve al lugar más cercano donde queremos llegar. ¿Para qué pongo en marcha este propósito? ¿Qué necesidad cubre? ¿Es una necesidad mía? ¿Cuida de mí? Pueden ser preguntas que nos ayuden a identificar el elegido o los elegidos. Recuerda: Menos es más, tu lista seleccionada no debería incluir más de 1 ó 2 propósitos y realmente tienes que estar convencido/a de ponerlo en marcha por y para ti, no para agradar a otras personas.
- Concreta. Debemos traducir nuestro propósito en un objetivo a través de la metodología M.A.R.T.E. (o SMART en sus siglas en inglés). Nuestra primera idea tiene que trasladarse en una acción y esta metodología nos ayudará a realmente poder traducir nuestro propósito a una guía que después nos acompañe en el siguiente paso. Si hacemos bien este paso, el proceso va a ser mucho más sencillo. Para aplicar esta metodología, os invito a analizar y responder las siguientes preguntas:
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- Medible. ¿Se puede medir nuestro objetivo? ¿Cómo sabré que lo estoy alcanzando?
- Alcanzable. ¿La meta que me he fijado es alcanzable? ¿Puedo dividir en pequeños avances mi meta final? ¿Es retador mi objetivo?
- Realista. ¿Es realista? ¿Cómo lo incorporo en mi día a día y forma parte de mi vida cotidiana? ¿Qué ajustes tengo que hacer para que lo sea?
- Temporal. ¿Cuándo empieza? ¿Cuándo acaba? ¿Cada cuánto realizaré seguimiento?
- Específico. Tiene que responder a las preguntas ¿Qué? ¿Cómo? ¿Con quién? ¿Cuándo?, sin olvidar el Para qué.
- Actúa. Ya tenemos un objetivo traducido a acción, ahora viene lo más importante: ponlo en práctica. No dejes para mañana lo que puedas empezar hoy. Sólo de esta forma y valorando pequeñas modificaciones si son necesarias, traduciremos nuestros propósitos en realidad y, lo más importante, avanzaremos hacia nuestra/s meta/s.
Ahora es el momento de coger papel y lápiz, escribir aquellas ideas de nuestro balance de fin 2021 e inicio 2022 y tratar de seguir estos pasos. Hoy puede ser un buen día para ajustar esa lista de los Reyes Magos que te habías propuesto simplemente pensándola o escribiéndola sin demasiado detalle. Recuerda que esta es la forma de que los sueños se hagan realidad. Si sólo los visualizas y no hay una forma de ponerlos en práctica, quedan simplemente en buenas intenciones.
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